Alessandro Geraldini
GERALDINI

V.OBISPOS Y ARZOBISPOS

Alessandro Geraldini d'Amelia

Centro de vida intelectual no inferior a los conventos fue el Palacio Episcopal: por allí pasó larga serie de prelados cultos 33 , escritores muchos de ellos. Según las normas que adoptó España para sus colonias, ninguno era nativo del país; pero a otras regiones de América dio Santo Domingo prelados como Morelí de Santa Cruz.

Uno de los primeros obispos fue el humanista italiano Alessandro Geraldini (1455-1524)34 .

En España, donde estuvo unos cuarenta años y recibió de los Reyes Católicos el nombramiento de preceptor de Palacio, había sido, junto con su hermano Antonio, y como Lucio Marineo Sículo y Pedro Mártir de Anghiera, uno de los portadores del espíritu italiano del Renacimiento.

Fue escritor fecundo en latín, tanto en prosa como en verso; dejó fama como maestro; además, “tiene el mérito —dice Menéndez y Pelayo—, de haber sido uno de los primeros que empezaron a recoger lápidas e inscripciones romanas en España”. Narra su llegada a Santo Domingo — donde pasó cuatro años, los últimos de su vida—, en las curiosas páginas de su Viaje a las regiones subequinocciales; al viaje consagra una oda; a la construcción de la Catedral donde reposa, otra oda, en sáficos y adónicos, primeros versos escritos en latín —que sepamos— en el Nuevo Mundo.

La pintura que hace de la ciudad de Santo Domingo, su cultura, su lujo, sus banderías, es sorprendente: “Quare, si populus meus reliquet factiones, quas male in cepit, plane aussim affirmare hane urbem, succedente minorum actate latissimum in tota Plaga Aequinoctiali imperium habiruram esse. Quid referam, nobiles Equites vestibus purpureis, sericis, auro intertexto claros, qui ínnumeri sunt? Quid jurisconsultos, qui patria eorum sub axe Europae relicta, hanc civitatem optimis legibus, optimis moribus, sanctissimis institutis insignem reddidere? Quid Praefectus navium? Quid Milites? Qui novas gentes, novos populos, novas nationes, nova regna, et alia sub alio coelo sidera quotidie detegunt, res procul dubio admiranda est. Postea cum templum episcopale adirem e tignis, e coeno, e luto erectum, ingemui populum meum tantam curam in aedibus privatis possuisse, qua breve ei domicilium daturae sunt, et nullum consiliun in templo aedificando tenuisse”.

En las poesías, que son medianas, hay uno que otro pasaje agradable, como el que habla de la Virgen en la oda sáfica sobre la Catedral:

Nam solet totas refovere terras
Fronte serena.
Et solet gentes recreare maestas,
Pallio subter retinere sancto;
Et solet turbae misere vocanti
Ferre levamen.
Haec supra celsas renitebit aras,
Picta praeclari manibus magistri,
Atque coelestis facie beata
Ore que miti.

Sucedió a Geraldini, en 1529, Sebastián Ramírez de Fuenleal 35 , en quien se reúnen los dos obispados de la isla, el de Santo Domingo y el de Concepción de La Vega Real; desempeñó, conjuntamente, el cargo de presidente de la Real Audiencia. En 1532, sin renunciar los obispados de la Española, pasó a Méjico, a presidir la Audiencia; allí emprendió vasta labor de organización jurídica y administrativa, que sirvió de fundamento al esplendor del virreinato; hacia 1535 se trasladó a España, donde fue obispo sucesivamente de Tuy (1538), de León (1539) y de Cuenca (1542).

El título de arzobispo tocó por primera vez, en 1545, al Licenciado Alonso de Fuenmayor 36 , a quien se le otorgó el palio en 1547: había venido como gobernador y presidente de la Real Audiencia en 1533 (hasta 1543);desde 1538, por lo menos, fue obispo.

Después de Fuenmayor, los bibliógrafos mencionan nuevos prelados como escritores que dejaron libros, relaciones o cartas, en impresos o sólo en manuscritos. En el siglo XVI, el teólogo y predicador palentino Fray Nicolás de Ramos 37 , franciscano, que terció en la controversia sobre las traducciones de la Biblia en España, escribiendo en defensa de la Vulgata latina.

En el siglo XVII, el dominico mejicano Fray Agustín Dávila Padilla 38 , gran orador, arqueólogo e historiador, autor del primero de los libros publicados sobre órdenes religiosas en América; el dominico ecuatoriano Fray Domingo de Valderrama 39 , teólogo y predicador de renombre, que antes había sido catedrático de la Universidad de San Marcos en Lima y después fue obispo en La Paz; el dominico salmantino Fray Cristóbal Rodríguez Xuárez 40 , antes catedrático de teología en la Universidad de Salamanca; el cisterciense madrileño Fray Pedro de Oviedo 41 , antiguo catedrático de teología en la Universidad de Alcalá, comentador, en latín, de Aristóteles y Tomás de Aquino; el benedictino leonés Fray Facundo de Torres 42 el dominico peñafielense Fray Domingo Fernández de Navarrete 43 a quien dio celebridad su visita como misionero a China; el mercedario salmantino Fray Fernando de Carvajal y Ribera 44 , fino prosador conceptista en sus admirables cartas.

En el siglo XVIII, Fray Francisco del Rincón 45 el Dr. Domingo Pantaleón Álvarez de Abreu 46 , educador y organizador; el agustino mejicano Fray Ignacio de Padilla y Estrada 47, el dominico ciudarealeño Fray Fernando Portillo y Torres 48 .

Las dos grandes obras de Las Casas son la Historia de las Indias y la Apologética historia de las Indias. La primera, que comprende los años de 1492 a 1520 (terminada hacia 1561 —según Gondí, 1559—: y. libro III, cap. 100, no pudo llevarse hasta 1540, según la intención), se publicó en cinco yola., Madrid, 1875-1876, tomos 62-66 de la Colección de documentos inéditos para la historia de España (en el tomo 61 está la Destruición); se ha reimpreso en tres yola., Madrid, S.A. (c. 1928), con prólogo de Gonzalo de Reparar. Parte de la Apologética se había impreso en el tomo V de a Historia en 1876; la obra completase publicó en Madrid, 1909 (Nueva Biblioteca de Autores Españoles, XIII).

Las biografías mejor conocidas de Las Casas son la admirable de Quintana, en sus Vidas de españoles célebres (1833) y la de Antonio María Fabié, Vida y escritos del Padre Fray Bartolomé de Las Casas..., Madrid, 1879 (tomo LXX de la Colección de documentos... De España). Recientes son las de Francis Augustus MacNutt, Bartholomew de Las Casas, Nueva York y Londres, 1909, y Marcel Brion, Bartolomé de Las Casas, “pere des Indiens”, París, 1927. Trato de él como retratista en mi artículo Paisajes y retratos, en La Nación, de Buenos Aires, 31 de mayo de 1936.

33 Sobre los obispos y arzobispos, consúltese: Nouel, Historia eclesiástica de la Arquidiócesis de Santo Domingo, y las notas de D. Américo Lugo, mencionadas al hablar de los conventos; Gil González Dávila, Teatro eclesiástico,., de las Indias Occidentales; Antonio de Alcedo, Diccionario geográfico-histórico de las Indias Occidentales, cinco vois., Madrid, 1786-1789; Beristáin, Biblioteca hispano-americana septentrional; Trelles, Apéndice al Ensayo de bibliografía cubana de los siglos XVII y XVIII; José Toribio Medina, Biblioteca hispano-americana (1493-1811), siete vols. , Santiago de Chile, 1898-1907; Tejera, Literatura dominicana (habla principalmente de los prelados); Utrera, Universidades, especialmente págs. 522-527.

34 El Itinerarium ad regiones sub aequinoctiali plaga constitutas, de Geraldini, con otros doce escritos en prosa latina relativos a Santo Domingo Es interesante encontrar en Geraldini las “étoiles nouvelles” (“alia sub alio caelo sidera”) que a fines del siglo XIX volvió a poner en boga el soneto de José María de Heredia Les conquérants. Ya Colón decía, en carta de 1500, que había hecho “viaje nuevo al nuevo cielo y mundo”. En mi breve trabajo Las “estrellas nuevas” de Heredia, publicado en la Romanic Review, de la Universidad de Columbia, en Nueva York, 1918, IX, 112-1 14, señalé la imagen en Pedro Mártir, De orbe nouo, década 1, libro IX, publicada en 1511 (anterior al Itinerarium de Geraldini, quien seguramente la leyó);en Etienne de La Boétie, Epístola Ad Belotium et Montanum, sobre Colón, escrita hacia 1550; en Camoens, Os Lusiadas, publicado en 1572, canto V; en Ercilia, La Araucana, canto XXXVII, publicado en 1589; en Bernardo de Valbuena, La grandeza mexicana, poema publicado en 1604. Ahora puedo agregar otro pasaje de Valbuena en El Bernardo, canto XVI, al referirse a la conquista de América: Verán nuevas estrellas en el cielo...

Hay también alusiones al nuevo cielo en el canto XIX. Menéndez Pelayo piensa que unos dísticos latinos, publicados en Méjico en 1540, del burgalés Cristóbal de Cabrera son el” primer vagido de la poesía clásica en el Nuevo Mundo”. Pero Geraldini se le anticipa en más de quince años. Habla extensamente de Geraldini, dando citas de sus obras, Fray Cipriano de Utrera en su libro La Catedral de Santo Domingo, de la serie Santo Domingo: Dilucidaciones históricas, Santo Domingo, 1929. Consúltese, además, M. Menéndez y Pelayo, Antología de poetas líricos castellanos, tomo VI, cap. VII, y Belissario Conte Geraldini, Cristoforo Colombo e il primo vescovo di S. Domingo Mons. Alessandro Geraldini, Amelia, 1892.

35 Sebastián Ramírez de Fuenleal (m. 1547), a quien los cronistas llaman en ocasiones Ramírez de Villaescusa, porque era natural de Villaescusa de Haro, en Cuenca, escribió una Relación de la Nueva España, cuyo manuscrito conocieron Antonio de Herrera y León Pinelo. Si existe todavía, no se ha publicado, a pesar de la importancia que debe suponérsele. Sobre su llegada a Santo Domingo hay una carta suya de marzo de 1529, publicada en la Colección de documentos.., del Archivo de Indias, XXXVII; en el tomo XIII, 206-224, hay otra, escrita en Méjico el 30 de abril de 1532, en que habla de su viaje desde Santo Domingo, y otras tres cartas, escritas desde Méjico en 1532, págs. 224, 230, 233-237 y 250-261. Digna de atención (Colección..., XIII, 420-429), la hermosa carta de Vasco de Quiroga (1470-1565), en que pide al Emperador el traslado de Fuenleal a Méjico, por el bien que allí puede hacer (de paso, vemos que el insigne filántropo estuvo también en Santo Domingo): “...segund del obispo conocí, lo poco que le vi e conocí en Sancto Domingo, y lo que, después que llegué a esta Nueva España, acá he visto, me parece que es tan importante la venida de su persona, que no se le debe dexar a su albedrío.

36 El yangues Fuenmayor (m. 1554) escribió una Relación de las cosas de la Española, hacia 1549, que Antonio López Prieto manejó según la bibliografía del Sr. Trelles. Hay documentos firmados por él, como presidente de la Audiencia, en unión de los oidores o de otros funcionarios, en la Colección de documentos.., del Archivo de Indias, 1, 548 ss. Sobre Ramírez de Fuenleal y Fuenmayor, consúltese: Oviedo, Historia, libro III, cap. 10; libro IV, caps. 5 y 7; libro V, cap. 12; Tejera, Literatura dominicana, 3 3-39 y 4244; Utrera, La Catedral de Santo Domingo, 218.

37 Fray Nicolás de Ramos, natural de Villasabal en Palencia (1531-c. 1599), fue provincial de los franciscos en Valladolid; se le nombró en 1591 obispo de Puerto Rico, donde no sabemos si estuvo, y después arzobispo de Santo Domingo, donde murió. Publicó Assertio ueteris Uulgatae Editionis iuxta decretum sacrosancti oecumenici & generales, Concilii Tridentini, sessione quarta, Salamanca, 1576; Segunda parte: Assertiones pro tuenda ueteris Uulgata Latina Editione secundum mentem Concil. Trid., Valladolid, 1577 (y. Medina, Biblioteca hispano-americana, I, 398-399 y 401).

38 Dávila Padilla (1562-1604), arzobispo desde 1600 hasta su muerte, publicó un Elogio fúnebre de Felipe II, pronunciado en la Iglesia Mayor de Valladolid en 1598 (se imprimió en Madrid, 1599, suelto, y en la colección de sermones sobre el rey dispuesta por el impresor Juan Iñiguez de Lequerica; se reimprimió en Sevilla, 1599 y 1600); la bien conocida Historia de la fundación y discurso de la Provincia de Santiago, de México, de la Orden de Predicadores, por las vidas de sus varones insignes, y casos notables de Nueva España, Madrid, 1596, reimpresa en Bruselas, con el título de Varia historia de la Nueva España y Florida, donde se tratan muchas cosas notables, ceremonias de indios y adoración de sus ídolos, descubrimientos, milagros, vidas de varones ilustres y otras cosas sucedidas en estas provincias. Según noticia de Beristáin, dejó manuscrita una Historia de las antigüedades de los Indios, cuyo paradero se ignora: aunque Beristáin estaba generalmente bien informado ¿podrá suponerse confusión con la parte que trata de antigüedades mejicanas en la obra sobre los dominicos?

No sabemos que haya escrito nada sobre Santo Domingo, fuera de las cartas al rey fechadas en 8 de octubre de 1600 y 20 de noviembre de 1601 (v. Apolinar Tejera, Literatura dominicana, 53-54) y de las referencias a los comienzos de la Orden de Predicadores en la isla.

En su tiempo, dice Gil González Dávila, “D. Nicolás de Anasco, deán de la Iglesia de Santo Domingo, quemó en la plaza de la ciudad trescientas Biblias en romance, glosadas conforme a la secta de Lutero y de otros impíos; que las halló andando visitando el arzobispado en nombre del arzobispo”. Significativa profusión de ejemplares de la Biblia de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera: la heterodoxia, según parece, tuvo libertad hasta entonces (v. en los capítulos VII y VIII, a, de este trabajo, el caso de Lázaro Bejarano y Fray Diego Ramírez). Consultar: Utrera, Universidades, 76-97; Medina, Biblioteca hispano-americana, 1, 443 y 536-537; II, 2 35- 236 y 366-367.

39 Valderrama llegó a Santo Domingo en 1607; estuvo de arzobispo un año o poco más: v. Tejera,

Literatura dominicana, 54-58 y 63-64. Murió antes de 1620: en 1615, según Remesal y Mendiburu. Escribió, según Beristáin, tratados teológicos: no sabemos si se conservan. Consultar: Mendiburu, Diccionario histórico-biográfico del Perú.

40 Rodríguez Xuárez había sido visitador de los conventos de predicadores en Méjico y el Perú; nombrado arzobispo de Santo Domingo en 1608, llegó en agosto de 1609. Para levantar el nivel de los estudios, daba clases personalmente. En 1611 se le nombró obispo de Arequipa (el primero). En 1613 salió para el Perú y murió el 4 de noviembre, en edad avanzada. Escribió: Oficio en honor de Santo Inés de Monte Policiano.
Consultar: lacobus Quétif y lacobus Echard, Scriptores Ordinis Praedicatorum recensiti, dos vols., París, 1719-1721 (y. II, 389); Mendiburu, Diccionario histórico-biográfico del Perú; Tejera, Literatura dominicana, 52- 55;Utrera, Universidades, 62, 82, 94, 99, 157 y 524.

41 Fray Pedro de Oviedo, después de ocupar la Sede Primada entre 1622 y 1628, fue arzobispo en Quito (1632) y en Charcas (1645). Murió el 18 de octubre de 1649, según Alvarez Baena. Escribió Commentaria in Libros Dialecticae et Physicarum Aristotelis, Commentaria in primam partem Divi Thomae y Commentaria in primam secundae Divi Thomae: se imprimieron, según datos de Beristáin. Se conserva una carta suya al rey, escrita en Santo Domingo el 12 de febrero de 1625.
Consultar: José Antonio Alvarez y Baena, Hijos de Madrid..., cuatro vols. , Madrid, 1789-1791 (v. IV, 210-211); Utrera, Universidades, 97-147 (la carta de 1625 va en págs. 114-116).

42 Fray Facundo de Torres, natural de Sahagún, estuvo en Santo Domingo de 1632 a 1640, año en que murió. Publicó Philosophía moral de eclesiásticos, en que se trata de las obligaciones que tienen todos los ministros de la Iglesia, desde los primeros grados con que son admitidos, hasta los últimos y superiores, Barcelona, 1621 (Medina, Biblioteca hispano-americana, II, 203-204). Se le atribuye el Tratado De dignitate sacerdotale. Una carta suya de 1632 transcribe Gil González Dávila en su Teatro eclesiástico, donde dice que fue predicador del rey.

43 Fray Domingo Fernández de Navarrete, natural de Peñafiel (1610-1689), había sido catedrático de la Universidad de los dominicos en Manila y misionero en China; arzobispo de Santo Domingo desde 1677 hasta su muerte. Escribió Tratados históricos, políticos, éthicos y religiosos de la monarchía de China, Madrid, 1676, y Controversias antiguas y modernas de la misión de la gran China y el Japón, Madrid, 1679. En su arzobispado redactó una Relación de las ciudades, villas y lugares de la Isla de Sancto Domingo y Española, en 1861; la copió en Sevilla D. Américo Lugo y la ha publicado con útiles notas, D. Emilio Tejera en la revista Clio, de Santo Domingo, 1934, II, 91-95. Existe impresa, además, la Synodo diocesana del arzobispado de Sancto Domingo celebrada por Fray Domingo Fernández de Navarrete en el año 1683, día V de noviembre, Madrid, sa. (siglo XVIII), 119 págs. Consultar: Medina, Biblioteca hispano-americana, III, 234-238 y 265; VI, 79 y 280, y VII, 58;Utrera, Universidades, 197-199, 376 y 524 (¿se equivoca el P. Utrera al fijar su muerte en 1686?).

44 Fray Fernando de Carvajal y Rivera (163 3-1 701) había sido vicario general de la Orden de la Merced en Lima (hacia 1673) antes que arzobispo de Santo Domingo. D. Américo Lugo da a conocer parte de sus cartas en sus notas sobre la Historia eclesiástica de Nouel. Está impreso en folleto del siglo XVII su Memorial al Consejo de Indias sobre su ida de Santo Domingo a España en 1691 (v. Medina, Biblioteca hispano-americana, VI, 48- 49). Consultar: Fray Ignacio Ponce Vaca, Panegírico fúnebre en las honras que la más célebre Atenas del Mundo, la Universidad de Salamanca, celebró por la muerte de su ilustrísimo hijo el Sr. D. Fray Fernando de Carvajal y Rivera, Salamanca, 1701; Fray Gregorio Vázquez, Notas biográficas del Ilmo. y Rvdmo. Sr. Fernando de Carvajal y Rivera, en la revista española La Merced, 24 de febrero de 1927; Fray Pedro Nolasco Pérez, Los obispos de la Orden de la Merced en América, Santiago de Chile, 1927, págs. 329-410 (contiene cartas suyas).

45 Fray Francisco del Rincón, natural de Valladolid, pertenecía a la Orden de los religiosos mínimos de San Francisco de Paula. Electo obispo de Santo Domingo en 1705, según Alcedo; se le trasladó a Caracas en 1711.

46 Álvarez de Abreu (m. 1763), natural de la Isla de Palma, en las Canarias; doctorado en Ávila (cánones); arzobispo de Santo Domingo de 1738 a 1743; después obispo de Puebla, en Méjico, donde hizo grande obra de cultura. Beristáin lo elogia como autor de Edictos, Ordenanzas y Cartas pastorales, especialmente la relativa a la secularización de curatos y doctrinas, Puebla, 1750. Redactó una Compendiosa noticia de la Isla de Santo Domingo, como resultado de su visita pastoral, en 1739: la encontró D. Américo Lugo y la ha publicado D. Emilio Rodríguez Demorizi en Clio, 1934, II, 95-100.